El rescate simbólico de mi infancia es mi objetivo como artista. No es sólo una propuesta de trabajo, también es mi beneficio como ser humano pues aporta cierto orden y coherencia al cúmulo de sensaciones, emociones e ideas que fluyen a mi conciencia. Los mitos ancestrales que viven en mi memoria me cuentan quién soy y de dónde vengo, y a cambio les dedico pequeños altares en agradecimiento.
"Mi madre era Astarté, diosa fenicia de la procreación y los placeres carnales. Reina del Jardín de las Espérides, recibía la visita de cientos de peregrinos a los que agasajaba con orgiásticas celebraciones. Las primaveras andaluzas y las marismas de su reino eran famosas en todo el mundo mediterráneo.
Un impreciso día, yo, el príncipe, su hijo, fui raptado y privado de su compañía, y la vida desde entonces es un limbo en el que mi captor hace de guía. Mi divina comedia, un viaje iniciático.
A veces creo ver Tartessos desde las tarimas que los artistas usan para alzar cuerpos y copiarlos. A ellas me subo a diario; en ellas la desnudez es un rango y la quietud es un rito de silenciosa liturgia.
Dicen que han visto a mi madre en Grecia y en Roma, también en Bizancio. Un prístino ciervo la acompaña. Olisquea el aire en busca de un rastro".
(Publicado en la revista Musa-emergente. Edición especial, Arco 2009)