El autorretrato es una constante en la historia de la pintura. Comúnmente sólo se valora psicológicamente por una voluntad de reafirmación narcisista, pero subyace también una necesidad tanto de auto comprensión e identificación como de comunicación y explicación a los demás. El arte es una forma de nombrar, de poseer, el mundo y no hay objeto más interesante que uno mismo. El autorretrato contiene una mezcla de exhibición y máscara, de realidad e idealización, llena de códigos y pistas psicológicas que se dejan entrever no del todo conscientemente. Esencialmente hay dos tipos de autorretratos: los que tienen la mirada como epicentro psicológico y pictórico y, de manera opuesta, un grupo más raro de autorretratos que evita sistemáticamente el contacto directo. Esta evitación es auto evitación pues el primer espectador es el propio pintor mientras realiza su retrato. La no-mirada en el autorretrato es una pista de alejamiento o negación tanto como de auto-negación. Se elude la mirada directa al entenderse como provocación o reto, de igual manera a como se prescinde de los elementos más agresivos y cercanos del mensaje pictórico, todo debe tener un aspecto amable y estudiadamente artificioso. Nada es lo que muestra, todo es un símbolo, relación de la relación de una realidad velada e impronunciable. Hay una tensión implícita no resuelta en estos autorretratos de la no-mirada. La excesiva contención resulta en cierta medida violenta, como una frase imprecisa. Habitualmente se fracasa al pretender un retrato blanco, enteramente armónico. Este fracaso tiene algo de intencional, el artista se muestra a pesar de sí mismo, asomando tras ese elaborado disfraz, como lo que es: un ser obsesionado, incapaz de resolver el enigma de su propia identidad.
¿Qué distingue a estos seres de nosotros, los espectadores? Tal vez el valor sin anestesias, el afán de lucidez a pesar de un caos estridente y suicida o, simplemente, la obstinada voluntad de existir.
4 comentarios:
FANTASTIC, FANTASTIC
VERY BEAUTIFUL PHOTO
El autorretrato es una constante en la historia de la pintura. Comúnmente sólo se valora psicológicamente por una voluntad de reafirmación narcisista, pero subyace también una necesidad tanto de auto comprensión e identificación como de comunicación y explicación a los demás. El arte es una forma de nombrar, de poseer, el mundo y no hay objeto más interesante que uno mismo. El autorretrato contiene una mezcla de exhibición y máscara, de realidad e idealización, llena de códigos y pistas psicológicas que se dejan entrever no del todo conscientemente. Esencialmente hay dos tipos de autorretratos: los que tienen la mirada como epicentro psicológico y pictórico y, de manera opuesta, un grupo más raro de autorretratos que evita sistemáticamente el contacto directo. Esta evitación es auto evitación pues el primer espectador es el propio pintor mientras realiza su retrato. La no-mirada en el autorretrato es una pista de alejamiento o negación tanto como de auto-negación. Se elude la mirada directa al entenderse como provocación o reto, de igual manera a como se prescinde de los elementos más agresivos y cercanos del mensaje pictórico, todo debe tener un aspecto amable y estudiadamente artificioso. Nada es lo que muestra, todo es un símbolo, relación de la relación de una realidad velada e impronunciable. Hay una tensión implícita no resuelta en estos autorretratos de la no-mirada. La excesiva contención resulta en cierta medida violenta, como una frase imprecisa. Habitualmente se fracasa al pretender un retrato blanco, enteramente armónico. Este fracaso tiene algo de intencional, el artista se muestra a pesar de sí mismo, asomando tras ese elaborado disfraz, como lo que es: un ser obsesionado, incapaz de resolver el enigma de su propia identidad.
¿Qué distingue a estos seres de nosotros, los espectadores? Tal vez el valor sin anestesias, el afán de lucidez a pesar de un caos estridente y suicida o, simplemente, la obstinada voluntad de existir.
i love the pose of you hands into the photo
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